Migrar es encarar un proceso de pérdida, pero también de nuevas ganancias

La migración además de empujarnos a  encarar un proceso de adaptación a un contexto totalmente nuevo, puede producir pérdidas de la red familiar, red de amigos, compañeros. Seres queridos que aún viven en el país de origen.

Debido al llamado estrés aculturativo: la fatiga, la ansiedad,  problemas de salud física, la pérdida de la confianza personal y el aislamiento social, la condición del migrante se complejiza a nivel físico y mental.  Hoy en día tenemos la posibilidad de usar todos los medios: internet, redes sociales para lograr una comunicación más vivida para mantener contacto con los vínculos de nuestro país de origen.

En 1996, los datos estadísticos indicaban una presencia de apenas 8,000 matrimonios binacionales en España, esto es: uniones heterosexuales entre un cónyuge español y otro extranjero. Para 2009, esta cifra se elevó casi a 30,000. Las migraciones por amor nos ofrecen la posibilidad de comprender la dificultad de separar las capacidades económicas (materiales) de las sociales (capacidad de relación) o culturales (formación u origen), y de la posición, el prestigio o el reconocimiento social. 

El matrimonio se ha convertido en una peculiar forma de salir del país y de alejarse de una migración diferenciada y muy precaria a diferentes niveles. Se trata de una migración muy penalizada socialmente en los países de llegada donde el amor al que aluden los cónyuges es considerado como una suerte de “tapadera” para la migrar. 

Pareciera que la búsqueda y formación de parejas transnacionales se ha convertido en una manera de acceder “sin tanto conflicto” a un estilo de calidad de vida deseado en el que las personas se involucran con maneras transnacionales (ajenas) de ser, más no con maneras transnacionales de pertenencia. 

En todo caso, la salida del país de origen (migrar) es hoy en día en todo el mundo una de las estrategias más utilizadas para que las expectativas de una vida mejor “machen” con la realidad, y la migración conyugal está dentro de las formas para conseguirlo. 

El matrimonio se convierte en una solución para alejarse de una situación insatisfactoria y precaria a diferentes niveles dentro del país de origen. Sin embargo, cabe resaltar esa distinción entre un sentido de pertenencia y un sentido de apropiación del mundo ajeno al que se ha partido y se ha llegado. ¿En dónde vivo? ¿A dónde pertenezco? ¿Es valiente dejar o renunciar a una vida iniciada en el país de origen por seguir un amor? ¿Es la valentía el valor más justo para aquellos que migran por amor? ¿Puede el matrimonio ser solo una máscara útil para lograr migrar? ¿La migración gracias al matrimonio transnacional demerita el viaje de aquellas parejas que se ven separadas al momento de migrar una de sus partes?


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